Trabajo de Erika Altman |
sábado, 12 de enero de 2013
La tenacidad de las palabras
sábado, 15 de diciembre de 2012
Una suerte de muerte
by ~pin-dbr |
sábado, 14 de abril de 2012
Sin pecado cometido
miércoles, 21 de marzo de 2012
Sinestesia aguda
viernes, 7 de octubre de 2011
Circo de personas
viernes, 30 de septiembre de 2011
Peculiaridades de la Torre Eiffel
sábado, 24 de septiembre de 2011
Berlín, 1989
jueves, 22 de septiembre de 2011
En el nombre del padre
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Vaso resquebrajado
jueves, 8 de septiembre de 2011
El hombre que tropezaba siempre con la misma piedra
sábado, 3 de septiembre de 2011
Amor entre rehenes
martes, 30 de agosto de 2011
Síndrome de Omlocotse
Tanto la he llegado a querer que, cuando recibí el dinero del rescate, me eché a llorar. Tras liberarla, me he mudado al zulo, donde todo me recuerda a ella: el jergón que aún conserva su olor, el de sus orines, los arañazos ensangrentados en la trampilla, la bombilla rota con la que intentara una vez (qué ingeniosa) cortarse las muñecas. Por Navidad, le enviaré una tarjeta, no está bien perder así el contacto.
domingo, 28 de agosto de 2011
Valle de lágrimas
—Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los hombres, seres ingenuos, piensan que se sacrificó por ellos. En realidad, fueron meros instrumentos de Satán para secuestrar al Hijo. El Señor, que antes que Dios es Padre, aceptó las condiciones y, al tercer día, su Hijo fue liberado. Los bastardos de arcilla fueron los sacrificados, el precio aceptable del rescate.
sábado, 27 de agosto de 2011
Noticias de aquel país (I): Secuestro y regateo
Un plácido es raptado por una banda de petrones. Es sabido que los plácidos nunca tienen dinero, pero la banda es novata y no se atreve con un lucra, siempre tan rodeados de guardaespaldas o tigres. Así que envían un dedo con la exigencia de un modesto rescate a la familia del plácido. Esta piensa: “Quedan nueve, hay tiempo”. Luego guardan el dedo en una neverita de playa. Al tercer dedo, los petrones bajan el precio. La familia: “Quedan siete, esperamos”. Después del octavo, se llega a una oferta que los plácidos consideran razonable, pagan y el rehén es liberado. Cuando llega a casa, los suyos lo reciben con una gran fiesta y bollos de miel. Le devuelven los dedos y se los atan al muñón con amor y unas cintas de muselina. El plácido está contento: los lazos quedan muy bonitos y son ¡cada uno de un color! Entre todos, discuten si poner lazos a los otros dos dedos, pero lo ven un exceso. Previsores, acuerdan guardar las cintas sobrantes para futuros secuestros.
viernes, 26 de agosto de 2011
Gesta truncada
Teseo lleva siete años en el laberinto. En su tesitura de héroe, no puede regresar a Atenas con las manos vacías pero, por más vueltas que da, no es capaz de encontrar al Minotauro. Desconoce que antes que él entró Ariadna y dio con la bestia: débil, temerosa, secuestrada a los ojos del mundo y confinada por décadas. Con un hilo de ingenio, huyeron de Creta los dos hermanastros, a salvo de cualquier pendejo con aspiraciones a protagonista de epopeya.
domingo, 21 de agosto de 2011
Dragones y mazmorras
De chavales, Pedro siempre era el caballero de brillante armadura, Marina la princesa a rescatar. A mí me tocaba ser dragón, no había otra. Muchos años después volvimos a jugar, aunque los papeles en la versión adulta y adúltera estaban menos claros. No sé si fui raptor o salvador en esos encuentros donde, por unas horas, secuestraba a Marina de la esclavitud de su matrimonio con Pedro. El final del cuento, sin embargo, no cambió: el dragón acabó con el corazón atravesado, roto en mil pedazos.
miércoles, 3 de agosto de 2011
Picotazos en el cerebro
Tengo entre manos varias muertes. Antes tuve pájaros en la cabeza. Alegaría locura transitoria, pero entonces no podría seguir con este mequiere-nomequiere delicioso que es ir quitándoles, una a una, las plumas.
lunes, 1 de agosto de 2011
Números de circo tendiendo a cero
En el siglo XIV, las pulgas acabaron con el treinta por ciento de la población europea.
En el siglo XVIII, un arruinado propietario londinense de un circo de pulgas aplastó de un manotazo al treinta por ciento de sus empleadas.
Saltos en el tiempo, saltos en la vida, pulgas matando como humanos y humanos saltando como pulgas. Meros instrumentos en la calculadora del Universo, que equilibra, hace balance, suma y resta hasta que la nada y el infinito vuelvan a ser la misma cosa. Se rasca y rasca el Universo. Mientras, nosotros, todos pulgas.
domingo, 31 de julio de 2011
It's the end of the world as we know it ( and I feel blue)
Aunque ella lo negara con esa dureza seductora que tantas veces había ensayado frente al espejo, yo sabía que estaba dispuesta a seguirme hasta el fin del mundo. Por eso, después de postergar el momento todo lo posible, agotadas más de dos mil páginas de excusas y tramas secundarias, lloré cuando escribí las tres letras que rubricaban, en efecto, el fin del mundo. Un mundo que era el nuestro, parecido (tan distinto) al que ahora reinventas junto a ella, maldito lector, mientras pasas las páginas de mi libro.
viernes, 29 de julio de 2011
Mujeres de mi vida
Laura llevaba siempre un lazo azul. (Vanesa se tiende desnuda). Sobre todas las cosas, le gustaban los gatos y las fresas. (Su mirada ronronea por mi piel). Cuando reía, se le formaban hoyuelos en las mejillas. (Sonríe seductora, le dejo creer que tiene el control). Éramos sólo unos niños y el mundo un juego por descubrir. (Explora mi cuerpo, a su capricho). Una noche de chicharras y estrellas, le robé un beso. (Le muerdo el labio, le hago daño). Me dio un empujón y acabé en el suelo. (La empujo, me siento encima de ella, la inmovilizo). Se burló, vi en sus ojos el desprecio. (Se queja mimosa, hasta que ve en mis ojos el desprecio). La piedra en mi mano, la sangre. (El cuchillo en mi mano, la sangre). Fue la primera. (No será la última).