by ~pin-dbr |
El dragón caniche de Jinxin ladra una vez cada ochocientos
años y la fortuna llega a quien lo escucha. El pájaro Bai-feng aparece en el
cuarto atardecer de cada nuevo milenio y la muerte alcanza a quien lo ve. Hoy,
la suerte y la desgracia van a coincidir en el tiempo. Todos acuden al palacio
en ruinas. En el antiguo salón del trono, el dragón dormita. Las sombras de las
columnas se van alargando y los aldeanos, previsores, se vendan los ojos.
Cuando el pájaro Bai-feng aparece en medio de un remolino irisado, el viejo
dragón se despierta y bosteza. Mira con desidia al pájaro de la muerte, sabe
que la magia del ave no es lo suficientemente poderosa para doblegar su
inmortalidad. Y lo lamenta. Hace muchos siglos que se ha aburrido de la vida.
Ve comprensión en los ojos carmesí de su compañero, la misma tristeza y una
súplica. El dragón asiente. Todos oyen el ladrido. Luego el golpe sordo de un
cuerpo que se desploma sobre el suelo embaldosado.