En lo más profundo de la selva congoleña vive una peculiar familia de monos. A pesar de conocerse de toda la vida, se ha comprobado que cuando coinciden en una misma rama, o se cruzan al subir-bajar un árbol, o incluso si se encuentran por azar mientras aflojan la sed en la misma curva del río, se limitan a inclinar brevemente la cabeza fingiendo una mueca amable. Luego miran al cielo y uno señala hacia las nubes si las hay, el otro asiente como dándole la razón de algo mientras mueve el brazo en lo alto, según la dirección de donde venga el viento, hasta que el primero encoge el cuerpo y pone las manos como un paraguas sobre la cabeza. Entonces continúan su camino tras una despedida similar al parco saludo. En la noche ni se mirarán, cada uno acurrucado en su rinconcito de follaje del árbol comunal.
Decididamente, el comportamiento social de estos monos es de lo más curioso.