Se quedó mirando la suela de la pantufla, los restos lechosos mezclados con el caparazón reventado de la cucaracha que había sorprendido en la cocina. Notó un amago de arcada en la garganta, pero peor, se dijo, habría sido que Gloria se la hubiese encontrado por ahí. Limpió la suela con una servilleta y, con tal mortaja, dio sepultura al espachurrado dictióptero en el cubo de la basura. Luego llenó un vaso de agua, lo bebió y se volvió a la cama, pensando en que, si los hombres fuéramos cucarachas, no habría tantas guerras sólo del asco de matarnos. "¿Viste? La sangre es otra cosa". Se sonrió de su ocurrencia, abrazó tiernamente a su esposa y se durmió.
El hombre abanderado
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En la vieja Europa (¿cuál será la nueva?), es tradición que se identifique
a la derecha conservadora con el color azul y a la izquierda progresista
con el...
Hace 14 años
2 comentarios:
Realmente bueno!.
muy bueno sergio! creo q definitivamente estos son los pequeños cuentos que me gusta leer!
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