martes, 8 de enero de 2008

La parábola inconclusa



Un príncipe paseaba por los jardines de Palacio con su maestro:

—Dime cómo he de proceder. Mi padre cree que debo casarme con la hija del rey vecino. Yo no la amo y... es de triste apariencia.

El mentor detuvo sus pasos frente a un rosal:

—Mirad, señor, esa araña que trama sus hilos entre los tallos. No tiene la belleza de una mariposa, pero ¿veis cuán hermosa su creación, su geometría perfecta, su resistencia al viento y a la lluvia?

Comprendió el príncipe y decidió casar. La mujer resultó ser una persona inteligente y juiciosa. Los súbditos la adoraban por su gran corazón. Cuando llegó el momento de subir al trono, con sus certeros consejos hizo de su reino el más glorioso y admirado. Le dio también un hijo, que creció sano y gallardo y al que el rey amó con devoción.

Pero sucedió que el muchacho cayó en la trampa de intrigantes que enturbiaron su mente. Se levantó en armas contra su padre y lo obligó a abdicar.

En su exilio, el antiguo rey se lamentaba ante su fiel asesor. Este, suspirando, le preguntó:

—¿Recordáis la araña del rosal? —Ante la muda afirmación, prosiguió—: Pues pensad ahora en aquella sublime tela, y en el insecto que se topa con ella y se enreda. Ved cómo de lo hermoso también hay que esperar las más terribles desgracias. Lamento, mi señor, no haberos dado entonces la lección entera.



No hay comentarios: