jueves, 19 de junio de 2008

Perturbadora flor en el asfalto


En el cotidiano deambular por las caras anónimas apareció ella: rara avis de exquisitez in terris proletaria. Fue grato desnudarla por matar el tiempo. Del esbozo apuntado bajo el cruce de su chaqueta de hilo, conseguí unos lindos pechos menudos y prietos, con pezones como avellanas diminutas. Solté el prendedor para que la marea bruna cabalgara sobre sus hombros y acentuase el aspecto salvaje de aquellos ojos verdes perdidos en la monótona fuga de calles y edificios. Los pantalones volaron para obsequiarme con unas piernas de pecado. Con sumo cuidado las descrucé tras apartar de su regazo el portafolio en piel: se veía deliciosamente obscena en su ropa de reloj Cartier y sandalias de tacón alto.

El brusco frenazo me hizo vestirla de golpe, a tiempo para encontrar la barra donde sujetarme. La vi levantarse, al pasar sentí el roce sutil de las avellanas contra mi pecho. El estupor me atontó. Habría jurado que su boca no... Me había mirado un instante pero de frente, y sus labios no...

Decidí dejar las explicaciones para luego, saqué la agenda y anoté, antes de que se me olvidara, el número de teléfono que retumbaba en mi cerebro con aquella voz insinuante.



9 comentarios:

Elise Reyna dijo...

Pulsión
Seleccionó con cuidado el atuendo para la reunión de trabajo, sintiéndose hermosa desde sus cabellos recogidos con hebilla de carey, hasta los delicados pies calzados con sandalias de tacón. Pero la mirada lasciva del tipo que la observa en el autobus, sin tan siquiera ofrecerle el asiento, la perturba hasta el punto de sentir su body de lycra, apretando su talle con estremecedora contención bajo la blusa de seda azul.
Simulando contemplar distraída el paisaje citadino y con gesto nervioso mira cada tanto la hora en el Cartier, objeto que delata su casual incursión en el vehículo público.
Al momento de bajar, se da cuenta que esos ojos que la desnudan, siguen tras ella dispuestos a encontrar los suyos. De pronto gira el cuello enfrentando la mirada del hombre y, le sorprende oírse a sí misma recitando el número de su teléfono móvil, en tanto baja presurosa, asustada por no haber podido acallar sus inconfesos y ardientes deseos.

Sergio P. Migoya dijo...

eres mi reyna? creo que sí, ojalá que sí :D gracias por la improvisación, seductora como un tango. Me guardo los besitos hasta que me digas si eres!

Elise Reyna dijo...

No se guarde usted nada, que me debe muchos. Un gran cariño y quiero que sepas que siempre te visito aunque vos no te des cuenta.
Lucía

Sergio P. Migoya dijo...

Así que eres tú esa de Mardel que tanto viene por aquí :D Lo intuía. Pues ahí va un carro de besos, amiga. Y déjame mensajitos al menos mes a mes, que sepa que andas bien.

Lunazul dijo...

Muy buenos, ambos :)

¿Cuándo piensas publicar algo, cacho perro?

Besitos!

Sergio P. Migoya dijo...

Cuando me encuentres editor, cacha miembra! :D

Vintage dijo...

Sergio, lo tuyo es tener suerte bonito¡¡
la miras las diseccionas y encima acabas con teléfono
A eso en mi casa se le llama besar el santo
muy bonito el relato
como me gustan a mi cortitos
muakkkkkkkkkkk

Sergio P. Migoya dijo...

Ya quisiera yo. Ese fue el suertudo de mi personaje. Últimamente, ni santa ni diablesa beso. Será que voy mayor...

Vintage dijo...

jejej, confundí personaje con persona, lástima

No vamos a mayores, es q la cosa está muy mal

muakkkkkkkkkkk