domingo, 30 de diciembre de 2007

Remanso



Adormecido está el silencio,
acurrucado en el albero de tus pechos,
calor pálido, hogar,
tu desnudez mi ajuar,
mi vestido para el sueño.


El instante inalterado.


Como ese deje de luz en el ocaso
donde los amantes claudican a la piel.
Como la paz de los mármoles,
el roce secular de la hiedra
enamorando al muro.
Como el pedazo de aire
que dibuja una boca entre tus labios
y el pedazo de aire
donde se vencen las miradas.
Como cuando tú o cuando yo,
así como cuando nosotros.


Este delta de abandono compartido
e ivernada pesadez en el impulso,
tiene rumores de agua,
de río manso y entregado.
Muy lejos queda la espina,
el suicidio de vivir, la herida,
la algarabía de los cuervos,
el metálico quejido
de los sables desenvainados.


Aquí me quedo, sí.
Descubriendo tus latidos de algodón.


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