domingo, 1 de junio de 2008

Fin de fiesta


Él ya la había desnudado. Fetichista, no había querido que se descalzara, observándola con lascivia sobre las sábanas mientras abría varonil la pechera de la camisola y procedía a su propio desabrigo. Sintió ella un escalofrío gozoso cuando sus cuerpos se encontraron y aquella lengua empezó a regalar humedades por su piel. Quiso por última vez resistirse al mar de apetencias que la embriagaba, pero la súplica se murió en su garganta al notar cómo aquella masculinidad entraba deliciosamente abrasadora, rindiéndola en la pasión.

Poco después, en medio de un orgasmo, ni siquiera pudo escuchar las campanadas que sonaban en la medianoche. Más de uno se habría de extrañar al ver aquella calabaza abandonada a puertas de Palacio.

1 comentario:

Sandra Sánchez dijo...

Me ha encantado!! Buenísimo!