martes, 20 de mayo de 2008

Improvisando


Era duro estar al cargo de veintitrés sistemas planetarios, en especial por esa época en que parecía que todas las criaturas andaban a la gresca: los grubulian contra los felbak; los mlogla aliados con los zenomes para incordiar a los fzut; y los carrhis, resolviendo a phaser limpio sus disputas entre dinastías.

Una leve punzada le anticipó la llegada de un dolor de cabeza galáctico. Decidió dejar los grandes problemas por un rato y se entretuvo en pasar revista a sus dominios. Comenzó por las estrellas: bien, ninguna anomalía, tenían gas para unos cuantos miles de millones de años más; luego comprobó las trayectorias de los cometas: correcto, sin colisiones importantes a la vista; por último, echó un vistazo a los planetas menores.

Cuando el pequeño astro azul apareció en la visioesfera, no pudo evitar sonreír.

-La Tierra... -murmuró mientras gratos recuerdos volvían a su memoria.

Había sido la tesis final de su carrera deífica: “Formación de un mundo oxigenado”. Tanto reconocimiento obtuvo que le habían otorgado la contrata de su creación. Luego, con la gestación de Adán y Eva, había logrado el premio “Nuevas criaturas” e iniciado su fulgurante ascenso en la jerarquía cósmica.

Cuando sus obligaciones fueron aumentando, decidió dar libre albedrío a los humanos. Hacía tiempo que no miraba cómo les iba. Levantó la ceja decepcionado al echar un vistazo: como siguieran así, no durarían mucho. Era una pena.

-¡Señor, los felbak se han cargado el planeta Brulan! -bramó de repente el fototransmisor.

Lanzó una maldición y miró a su alrededor. En la sala de mandos sólo estaba el operador de telemetría estelar.

-Esto... Yeshus, ¿te apetece ser mi hijo?

1 comentario:

Arqueck dijo...

El horror, el horror...