miércoles, 21 de mayo de 2008

Siete (per)versiones de "La elefanta"



La elefanta

Los elefantes de un circo que llegaba a la ciudad de México se escaparon en la estación y, espantados con los pitos de las locomotoras, se echaron a correr por las calles, enfurecidos, haciendo destrozos. Un pobre señor que salía con su mujer y su niña de alguna comida con amigos y traía su par de copas, al pasar junto a él la elefanta, le tiró de la cola. El animal se volvió, lo levantó con la trompa, lo aplastó en el suelo y lo pisoteó. Me parece todavía más horrible el dolor de la viuda y la hija, porque no pueden ni contar de qué murió el pobre hombre. Si dicen: "lo mató una elefanta", todo el mundo se echa a reír.

[Alfonso Reyes, Animalia, México, El Colegio Nacional, 1990, p. 63]





Desproporción

Aquel hombre se encuentra con un elefante que avanza en carrera huidiza llevándose todo por delante. Con gran destreza, consigue sujetarlo por el rabo. El animal barrita de dolor. Lo levanta, lo lanza contra el suelo y lo pisotea.

Gulliver ríe malicioso y sigue su camino.



Cómo Lázaro se vengó del ciego y salió dél

A mí llaman Lázaro de Tormes. De mi vida hice ya en algún escrito, mas por desto, quisiera agora enmendar algo en lo dicho. Si entonces fui falsario, crea vuestra merced justo lo hice para no pasar por mentiroso. Trata de cómo salí de mi primer amo, el ciego, que no fue por arremeter éste contra poste frente al que lo pusiera, sino con astucia mayor.

Fue que en Escalona, por las bodas del duque desta villa, mandó el novio de buenos dineros vinieran unos feriantes, por saber que un elefante usaban para sus juegos. Viendo aquel animal, di con idea y burla para escaparme vengado. Habléle al viejo que el duque habría de dar pan fresco ese día para quien fuese a rogar limosna. Muy de presto mandó que lo llevara, y así fue que riéndome entre mí lo saqué hasta do la bestia estaba, no sin antes mareallo en vueltas de calles que perdiera el rumbo. Lo puse bien derecho tras el elefante para decille:

"En la puerta estamos, tío, y enfrente tenéis el tirador de llamar. Si queréis, os guío la mano..."

Quiso y al rabo se la llevé, para seguido advertille tirase fuerte al tiempo que yo me apartaba de un salto. Todavía pensaba el pobre de qué aquel bramido cuando el elefante ya lo asía con la trompa. Lo levantó y lo aplastó en el suelo, para rematallo a pisotadas.

Cuando esto he dado en contar, pocos lo han sentido cierto, pero es decir: "lo pateó el elefante", y no hay quien sepa guardar su risa.



Eran otros tiempos

Los mûmakil de las hordas que llegaban de Harad arremetieron contra las fuerzas de Gondor, haciendo grandes destrozos entre sus filas. Un intrépido soldado logró esquivar la embestida de una de las bestias, y al pasar se agarró del enorme rabo intentando penetrar con su espada aquella piel dura como el mithril. El mûmak se lo sacudió de una patada, se giró y lo ensartó en el suelo. Así reinició su furibunda carrera, con los despojos del guerrero en sus colmillos hasta que una certera flecha le atravesó un ojo. Menos horrible fue la suerte de la viuda y la hija que dejó aquel valiente en Tierra Media, pues al menos pudieron contar con orgullo de qué había muerto su hombre. Cuando decían: "lo mató un mûmak", todo el mundo las miraba con respeto.




Número de magia

Que nunca se debe agarrar a un elefante por la cola es evidente.

La mujer contemplaba con horror el sello de sangre y vísceras en que se había convertido su marido. Conmocionada, ni siquiera sentía el tironeo en su falda con que la manita insistente de la niña reclamaba su atención:

-¡Mami, mami! Dile a papi que lo repita.




El consuelo de la viuda

Terca como una mula, la elefanta se negó a avanzar sobre las tablas. El hombre alzó el rostro al cielo y maldijo en alta voz. Con la ayuda de sus hijos, probó a empujarla desde atrás. Imposible. Desesperado, asió con fuerza el rabo de la hembra y se colgó con todo el peso de su cuerpo. Una esponjosa pezuña lo envió hasta un árbol próximo donde se partió la cabeza. La elefanta ni se molestó en mirarlo; con andar cansino, reanudó su avance. El horror afloró vívido a los ojos de la familia de aquel desdichado pero, ante la urgencia del momento, la recién enviudada supo reaccionar. Apremió a sus vástagos y éstos fueron prestos a reiniciar el trasiego. Y aun conteniendo el llanto, la mujer no pudo evitar el pensamiento de que, al menos, nadie quedaría para reírse de tan absurda muerte.

Las primeras gotas empezaban a caer sobre el Arca.




De niños y héroes

Cuando Laurita era tan sólo un bebé, a su padre lo aplastó en medio de la calle un elefante escapado de un circo llegado a la ciudad. Su madre, avergonzada de tan surrealista muerte, le había dicho siempre a la niña que su papá había muerto de un mal aire que cogió. Una noche, espiando entre los barrotes de la escalera la cena de los mayores, descubrió la verdad. Laurita se sintió muy feliz. Ahora podría responder con orgullo la próxima vez que le preguntaran en la escuela.




La esquina

Dos vecinas suben juntas por Urzaiz camino del supermercado. Si nos acercamos, podemos escuchar cómo una cuenta que ha tenido que regañar a un tal Josito por decir que a cierto Paco lo acababa de pisotear una elefanta. Las señoras ríen estrepitosas la ocurrencia. A metros de alcanzar una esquina, un temblor rítmico y creciente en la acera les sube por las piernas. Luego... cesa. Ellas se miran dudosas pero al momento sonríen, y niegan con la cabeza burlándose de sí mismas. Con nuevos cotilleos, reanudan el avance hacia el final de la manzana. Una lleva la mano algo crispada en el pecho sujetando su chaqueta abierta. La otra, procura no adelantarse.

1 comentario:

MACUSA dijo...

MI COMENTARIO N ES NINGUNO POOR AHORA.TRATO DE LOCALIZARTE DESDE HACE MUUUCHOS MESES.mI TLF 680N295 902. hAZ EL FAVOR DE PONERTE EN CONTACTO COMIGO BICHI MALO