viernes, 23 de mayo de 2008

La petite planète

'El Principito', Antoine de Saint-Exupéry
Al principito le gustaba sentarse a ver la puesta de sol. Sacaba la pipa de agua que le había regalado un bereber durante su reciente visita a la Tierra, la encendía con una raíz de baobab que metía en uno de los volcanes y se ponía a fumar mientras recordaba a su amigo el dibujante de boas abiertas y cerradas.

Las volutas de humo, que olían a menta y caramelo, absorbían la humedad del aire y formaban nubes algodonosas que embellecían los ocasos con sus tornasoles. Pronto aprendió a domesticarlas para ahorrarse la tarea de regar su flor. Además, pensó que serían un buen remedio si alguna vez se olvidaba de deshollinar los volcanes. Son tan imprevisibles...

Lo que no le había dicho aquel bereber es que fumar fuese tan adictivo. A los dos meses de su regreso, el borreguito se convirtió en la primera víctima del efecto invernadero.

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