Adiós al hombre, adiós,
en este mundo de animales,
sufra el hombre por el hombre,
de su mano muera, traicionado.
Fango de codicia, el alma humana,
lodo de gusanos y cenizas,
océano de estupidez,
libre albedrío mancillado.
Autófago canibalismo,
que ojo por ojo siembra
un reino de ciegos.
Los dioses han de lamentarse
del tiempo perdido.
¡Oh, triste religión de la estulticia!
¿No veis el suicidio colectivo?
¿Acaso es nada ser hermanos?
¿No os turba el silencio de los idos?
“Murió el poeta”, dijeron
mientras escondían sus manos,
ensangrentadas de amor
que se escurrió hasta la tierra.
Nadie queda ya que se pregunte:
¿Quién vivirá para enterrar
al último muerto?
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