Y Eva quiso probar la manzana. Y así hizo.
Y como era un ser sin maldad se la ofreció a Adán. Y Adán, otro inocente, también la probó.
Pero la manzana se sintió pecadora, notó la ira de Dios en su nuca y decidió expulsarlos del Paraíso blandiendo su espada de fuego.
Luego, del vientre de la primera mujer, nacería Abel con sus rizos dorados y los ojos celestiales. Como los de la manzana.
Adán, ya por entonces mucho menos cándido, se vio presa de los celos. Y pensó:
“Algún día tendré un hijo y cumplirá mi venganza.”
Contra el hijo de la manzana. Que ya todos sabemos que no era una manzana.
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