martes, 5 de febrero de 2008

El ocaso de un amor


Nube arrebolada ante el requiebro de Sol altanero. Jilgueros y oropéndolas aprueban relación con gorgoritos amistosos. Nadie sospecha que Luna espía al atardecer, difuminada y celosa en el azul asombrado. Sol guarda su brillo para endulzar a Nube y desciende con melosas intenciones.

Luna da la cara, su hoz amenazante, creciente. Sol, cobarde, se esconde tras las faldas algodonosas de Nube, que llora, llora hasta escurrirse por el aire dejando a Sol que se haga hombre. Pero Sol no, Sol niño y busca a Montaña, siempre maternal. Y huye.

Luna triste. En la oscuridad, los hombres sienten su melancolía. Lo que no saben es que Sol ya no volverá, tiene miedo de Luna. Se van a sus casas, a sus camas, a sus amores. Creyentes de que mañana será otro día.

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