Y allá a lo lejos se ve, contra el tajo del horizonte, la sombra del payador a lomos de su caballo. Ya no entona sus endechas de cielos y vidalitas, triste anda las pampas, vencido. Juan Sin Ropa le ganó la vida en una payada de contrapunto.
—Más sabía mi guitarra —dice Santos al sol que va cayéndole a un lado—. Ella vio que era el Supay, compadre, y claro, se me destempló del miedo.
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