Era una mujer de cuerpo diez salvo por la arracimada, insoslayable, protuberante verruga en medio y medio de su entrecejo.
Lo había probado todo, incluso la cirugía. A las pocas semanas, volvía a estar ahí.
Hasta que una mañana, la mujer que de niña soñaba con ser princesa, se encara con su trauma frente al espejo.
–Hasta aquí llegamos.
En su mano las tijeras de las uñas, que atacan en un primer corte quirúrgico. Su enemiga responde con un chorro de sangre a borbotones. Siente como laten las raíces en su carne, dispuestas a regenerarse, así que vuelve a la carga, desollando, rebanando, horadando hasta tocar hueso. Con el índice, hace una comprobación final recorriendo el agujero. Segundos de gloria. Hasta el momento en que, justo en la punta del dedo, siente un pálpito.
En la otra mano, las tijeras de las uñas...
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