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Paradoja Primera: Soy esclavo de mis ansias de libertad
Se hace angustia el músculo
en la cárcel de mis costillas.
Rompe en latido lacerado
mil costuras remendadas,
sangrando sus callosidades,
presa de un grito desolado, asolado
ya en yermo erial
de élitros y escamas resecas.
Paradoja Segunda: Me siento viejo al recordar mi niñez
Palpitan obscenos los recuerdos,
una lejanía de colores,
de formas gigantescas,
de espacios abiertos,
de risas,
de juegos.
Pasado engullido en el transcurrir,
devorado en el vivir,
agrietado,
encogido en la parodia esperpéntica de un sueño.
Paradoja tercera y última: A veces, simulo ser yo
Me sincero en la intimidad del delirio;
capto entonces la esencia y el ego se me asusta.
Mantengo un segundo la mirada,
a riesgo de desintegrarme,
de acuchillar el espejo en mi soberbia.
Huye rauda la conciencia,
trepa en desbandada,
temerosa de la oscuridad de la nada,
la nada que es el todo real.
La mentira es llevadera.
Sí, me calma esta mentira llevadera.
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